Nacer, lo que se dice nacer, nací. Después me ocupé de ciertas labores un tanto envidiables como ser chico. Mi infancia duró hasta los dieciséis o diecisiete, hasta esa edad jugué todos los días, al menos una vez, a la escondida, a la pelota o a la mancha (aunque a decir verdad la mancha siempre me aburrió). Después conocí a las mujeres de la manera obsesiva que cualquier adolescente las conoce a los catorce. No creo que me haya enamorado en la secundaria, pero sí tuve mi chica predilecta, eso hay en la juventud temprana: predilecciones. Al final dejé de ser una etapa de la vida y me convertí en mí, y todavía me sigo convirtiendo: tuve una novia, algunos estudios, varios viajes y suertes cambiantes. Hoy en día soy lo que escribo, porque hoy en día (hoy es la eternidad) las cosas se hablan escribiendo.
A.B
ph: macabea
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