El alarido de sus dientes rechinaban, subimpulsados por ciclones estomacales, la sed de Poder. Necesitaba urgentemente una gran dosis pero sus ojos comenzaban a hincharse de impotencia, su cara se volvia mas débil y el devenir de su existencia no alojaba otro concepto que somero e indiscutiblemente dependiente.
-Ay Ana, me confié en que tu debilidad era débil.
Cassandra
No hay comentarios:
Publicar un comentario