domingo, 21 de septiembre de 2008

Muchos años después, mientras pasaba por aquel hotel, me di cuenta de que allí quedaba la peluquería del viejo Mario Tender, de quien me enteré por Carlos que fue el famoso ahorcado del año 19..

Tocaba el bandoneón desde pibe, pero nunca pudo escapar al oficio de electricista que tuvo siempre Ramón, el que vivía en ese entonces cerca del monumento. Y era él, quien por observador y a la vez pensador de cosas banales, se dio cuenta en un ruido de tijera que Mario Tender no lo conocía de verdad, pese a esa relación (¿?) de tantos años de decirle que le corte todo, una vez por mes, menos en las vacaciones a Cipoletti, o los lunes. Era con su reflejo en el espejo con quien Marito charlaba, en quien detenía la mirada y le decía en voz semibaja lo que pensaba del equipo, o del técnico de Juventud. Nunca Mario lo había mirado a él de verdad, nunca sus ojos estuvieron en esa misma línea invisible que solo se tiende en una contemplación con otro. Ese otro que Mario conocía era quien sabe quien que refleje en el espejo Ramón, quizás su lado infame, quizás su parte bienhechora. De cualquier manera, para no ser injustos con los hechos, nada de el escándalo del final hubiera pasado si Ramón, desconfiado de las voces bajas, no tuviese sospecha de las ocasionales detenimientos en el trabajo que realizaba Mario, para dirigirse hacia las bambalinas de la peluquería, y sin bajar telón, cuchichear con un desconocido que entraba siempre sin saludar, llevando consigo un maletín mucho mas grande que un Standard de cuero donde Ramón guardaba sus “pico de loro”.

Así, hasta que un malogrado día se paró sin sacarse ese delantal que es donde caen los pelos recién cortados, para dar fin a ese misterio, para saber que tramaban esos dos allí en el fondo, peluquero, extraño y maletín, a sus espaldas. Se olvido que él tampoco conocía a Mario, pese a todos los años de relación, sino que conocía su reflejo, su otro talvez distinto, que le ocultó por largo tiempo la verdad de su peluquero. Se paró echando por tierra los cabellos, para dirigirse con miedo hasta la parte de atrás, observado muy de cerca por los ojos reflejo de los reflejos en el espejo, que decidieron quedarse para siempre allí, sin alterar las cosas supuestas, y vivir con los ojos cerrados, creyendo que se conocen los colores.

Y allí, por fin detrás, se encontró con Mario Tender y el extraño, y el maletín abierto que dejaba ver una colección de órganos humanos, que Ramón no tardó en relacionar con los crímenes de las jóvenes que por esa época aparecían muertas y vacías, y que la policía llevaba mas de un mes buscando pistas que nunca iban a encontrar en un reflejo.

Por Juanchi A

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