miércoles, 3 de septiembre de 2008

Eran pocos.

Como pañuelos colgados.

En el borde opuesto, chillaban.

Incongruentes.

Se movían.

De golpe, desde esta orilla, se lanzaron como locos. Y el graznido.

Todos juntos, en una ola que los arrastraba, en una ola de puntos gruesos y negros.

Una ola que se curva, se despliega, se encuentra, se despedaza.

Llegar a tocar las ramas, del otro lado.

Alcanzar las hojas.

Y por ahí se meten, empujan, quiebran gris. Se ensamblan con las hojas.

Pero rápidos como cucarachas se desparraman y se pierden,

entre las ramas entre las hojas entre nudos de luto, inadmisibles.

Y los reflejos se pueden decir. Y los pañuelos también. Y las olas que rompen, negras. Pero cómo decir el otro.

Para Tippy Hedren eran gaviotas. Eran cuervos, eran cuervos.



polentaconpajaritos.

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