Eran pocos.
Como pañuelos colgados.
En el borde opuesto, chillaban.
Incongruentes.
Se movían.
De golpe, desde esta orilla, se lanzaron como locos. Y el graznido.
Todos juntos, en una ola que los arrastraba, en una ola de puntos gruesos y negros.
Una ola que se curva, se despliega, se encuentra, se despedaza.
Llegar a tocar las ramas, del otro lado.
Alcanzar las hojas.
Y por ahí se meten, empujan, quiebran gris. Se ensamblan con las hojas.
Pero rápidos como cucarachas se desparraman y se pierden,
entre las ramas entre las hojas entre nudos de luto, inadmisibles.
Y los reflejos se pueden decir. Y los pañuelos también. Y las olas que rompen, negras. Pero cómo decir el otro.
Para Tippy Hedren eran gaviotas. Eran cuervos, eran cuervos.
polentaconpajaritos.
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