Ella renueva una ciudad con algo en demasía, desmedidamente,
como la ilusión extrema.
Por pura compostura relata que esta empresa es demasiado,
pero es responsable de un planeta que se asoma cada vez
y se siente amorfo con tantas almas restituidas.
Ella, que media entre lo inmediato y lo permanente,
es la que piensa en lo diverso, en lo estúpido, en lo simulado
y siente ser la arbórea inminente que ni sucumbe ni aflora.
Tanto tiempo con tanta soledad,
tanta cantidad que hiere y resquebraja,
todo no puede propiciar al vacío.
Con un suspiro que se ramifica inmune, infinito inalterado
penetra su inasistencia aunque el sol le atraviesa por los ojos,
se resecan sus manos y siente la traición de algún semidiós amotinado.
Susceptible de la ambición ajena se oyó desmedida
en el regocijo común que invade al hombre,
impresionada aún por la bestialidad con que se mira,
supo que supremacía era la sutil genialidad de los enfermos
que mueren convencidos de un progreso.
Insiste que no se tiene reparos, que dios es fuerte pero se consume,
sabiendo que las marcas se hacen cuerpo y el llanto piel
vuelve descompuesta creyéndose justa, noble, solidaria.
Ella, que muy a menudo menosprecia que es su amor, su madre y su gente;
que es de tierra y culto que coagula la esperanza debajo de los dedos.
Y después. Qué importa si convierte a un abrazo,
a un viejo abrazo, en una nívea majestuosidad.
Ella tiene meditabundo el mundo y al pueblo conspirado,
sólo a algunos le llega el gas y la atrofia.
La humanidad aquí se proclama intacta y paradójica,
hallándose la vida en un fulgor de supervivencia;
una inmoderada tentación y la lujuriosa entrada a cualquier hogar.
Por ello no reniegues de tu lote devastado
porque ella es la que quiere fabularte la vida al modo nuestro.
Una incidencia gigante, que es su ternura tras vínculos y vínculos.
Chavi.
foto: fede.