miércoles, 26 de marzo de 2008

Militantes de la memoria en Olavarría.


Miercoles 18 de marzo a las 19hs. La comisión de Derechos Humanos inaugura una placa de homenaje a la memoria del Doctor Gau y a los tormentos aplicados durante la última dictadura sobre la familia del matrimonio Berardi Gau.

La maltrecha memoria olavarriense hace un intento más por levantar su cabeza. Solo uno más.
Levanta la cabeza, pero sus tormentos vividos nublan de sinrazón su mente y se pregunta para que sirve la vida.

Muchos quieren consolarla con buenas intenciones. Pero, ¿es posible que puedan comprenderla? La locura de sus vivencias ya no puede racionalizar sus pensamientos. La memoria no puede mentalizar sus impulsos. Y cuando lo hace, da un paso en falso hacia su institucionalización.

La memoria aún elige sus impulsos hacia la fe romántica, cree que es posible que la apliquen espontáneamente desde lo más hondo del sentir de los impulsos humanos, sin mediaciones.

Pasito a pasito venimos del “eso no se habla”, el destino es a alcanzar. Las históricas organizaciones de derechos humanos consagran en su punto álgido esa piedra que arrastran hace décadas, el “algo pasó” que se enfrentaba al “por algo habrá sido”. Ellas nos dan hoy la libertad y las herramientas para analizar el “qué paso” y el “como paso” para que no vuelva a pasar; y una ves más vuelve a pasar, el destino sigue siempre a alcanzar. La memoria quiere alcanzar su presente para no quedar en el pasado. Y nos desafía con un “y ahora ¿qué pasa?”. La memoria desea vivir en el lugar que le pertenece. La memoria desterrada quiere hacerse presente.

Pero la memoria no es una ontología idealista, por el contrario, es algo tan tangible como el hambre, el amor, la vida o la muerte. En estos últimos treinta años cumplió con precisión la finalidad de ser un espacio táctico desde donde determinados sectores sociales afectados por el terrorismo de Estado resistieron frente a sus enmascarados defensores. Durante la última dictadura, desde los departamentos de la historia académica de la capital de nuestro país se aplicó un inteligente plan para “objetivizar” la historia. A cargo de hoy prestigiosos historiadores como José Luis Romero o Félix Luna se llevó a cabo un programa para depurar las academias (y la historia argentina) de las cosas que se podían hablar y de las que no en nombre de una historia científica. La ciencia de una academia en tiempos de terrorismo de Estado nos hablaba en nombre de la Razón. La tecnocracia del terror formaba sus intelectuales, desde los medios de comunicación Bernardo Neustand y Mariano Grondona removían el suelo y colocaban las semillas de lo que sería la “transición a la democracia”. Los defensores de lo indefendible desviaron toda nuestra atención hacia “la teoría de los dos demonios”, creando la pax romana para lo que sería el paso a seguir, la discusión de una nueva teoría del momento: “la teoría del efecto derrame”. La dictadura neo colonial había sido todo un éxito: logró aplicar los modelos económicos de la escuela de Chicago sin necesidad de dictadura y en consenso de sistemas democráticos.

Paralelamente y desde lo bajo, se movilizaba el mundo sin ciencia. Las víctimas de las teorías del terror hacían de su vívida presencia la militancia misma contra los cirujanos de la desaparición. Despojados de la historia fue otro el espacio que utilizaron para decir “algo paso” y “algo esta pasando”. Condenadas a la sin Razón las “Locas” de Plaza de Mayo recurrieron al instinto de nuestras pulsiones de supervivencia: la Memoria.

La memoria como arma y herramienta de discusión política. La memoria que tiene nombre y apellido y que como siempre fue y sigue siendo un juego peligroso. Pienso en la Memoria y recuerdo el exterminio pasado y aún vigente de las comunidades originarias por Mitre y Roca, Sarmiento y la destrucción del Paraguay, pienso en la familia Berardi Gau, en la familia Moreno, pienso en el “pajaro” Ferreira y en Loma Negra, y pienso hoy con mucho dolor desde lo mas hondo de mi ser en Julio López y en el horror de Nahuel Navarros olvidado en la injusticia por ser pobre, olvidado por una comunidad que recién comienza a ejercitar su memoria.

Hoy en día la militancia de la Memoria toma forma curiosas. En la nación, se codea con las elites políticas quizá aún más que la historia. Buenintencionados oportunistas preferirían que acupara de lleno el espacio que le corresponde a nuestra historia. Pero la memoria no es un período histórico, se encontrará siempre en lo más abajo en complemento con una historia que es universal. Decía la conocida frase de Salvador Allende que “la historia no se hace en las universidades, la historia la hacen los pueblos”, creo yo que en las universidades los pueblos procesan su historia, y lo que queda es la memoria.



txt: Manuel U.
ph: genaro de jesús.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

olavarría si te acordaras que fuiste joven...
buen texto!
saludos.

Anónimo dijo...

Y te fijaste en la gente que había en ese acto?
Y viste que ninguno pidió disculpas por nada?
Me dio verguenza verlos. Me dio verguenza que nos robaran el acto.