Ella plancha los vestidos que goza la mujer hermosa del terrateniente. Ella no sabe. Ella trabaja cada mañana desde que aparece el primer rayo de sol. Tiene surcos crujientes en sus mejillas. Cuando sonríe chillan como las bisagras oxidadas de una puerta. Tiene apenas menos de 30 años. Y es hermosa. Cuando se aleja, se acerca el fin del horizonte y su piel se confunde con la tierra y sus vestidos se mezclan con el maíz. Ella no sabe. No pregunta. Sólo conversa con su marido. Poco. Todo es poco en su vida. Y todo es mucho en sus manos, en sus pies torcidos. Le duele la espalda cada mañana. Pero no dice nada. Sonríe y deja ver los dos o tres huecos de su dentadura. El sol del ocaso la vuelve naranja. Es hermosa. Hermosa. El pelo negro le da apenas una sombra difusa sobre los hombros. El terrateniente se acerca y le elogia el peinado. Ella ríe tímidamente y le convida un mate. El dueño acepta. Está gustoso de tomar lo que han hecho otros. De todos modos, el mate, la bombilla y la pava son suyos. Como todo lo demás. Ella lo sabe. Pero no pregunta. Sonríe y plancha.
Maura.
3 comentarios:
¡No al campo!
¡fuera oligarcas de las tierras del pueblo!
buenismo!
Ella sabe todo, pero es tan buena, que no quiere humillarlos.
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