sábado, 25 de agosto de 2007

Introducción al texto acerca de lo que se aleja

En una primera aproximación al tema elegido para hablar en esta conferencia me remontaré al momento en el cual la comisión directiva de dicha institución me invitó a que se realizara dicho evento.
Era una mañana clara de un duro abril en el que las hojas no daban tregua. El teléfono, tanto como el timbre, hacia mucho que habían dejado de usarse. Recluido en mi estudio meditaba en el sillón acerca de las propiedades de un café sin cafeína, ¿sería como una chica linda e inteligente sin su hermosura o su inteligencia? La propiedad de ser infusión no es lo que lo distingue por sobre el mate, el té o alguna otra infusión, sino su sabor propio que radica en la cafeína. Un café, de acuerdo a su modo de preparación, varia su gusto. Suponía desde mi sillón del estudio que los diferentes tipos de uso que se da por sobre el café estimulan diferentes partes de su cafeína, y así se identifica por sobre los demás pares. Llegando a este punto de mi meditación acerca del café, fue cuando oí pasos que precedieron a leves golpes en la puerta de roble que indica la entrada a mi casa que se ubica alejada de la gran urbe en la que habitamos, tan alejada como el gusto de un café sin cafeína de uno que sí la tiene. Me dirigí a la puerta y al mirar por la mirilla que se ubica en ella vi a través de la puerta a un señor calvo que se parecía al viejo posadero que me había ofrecido por primera vez en mi vida un café sin cafeína, por lo que asombrado, delante de dicha coincidencia, le abrí la puerta acompañando el acto con un afectuoso abrazo: No podía menos al ver a alguien que tanto había sumado a mi tarde meditabunda. Se alejó extendiendo sus brazos y limpiando sus solapas. Preguntó por mí: Eliseo Máximo del Campo a la Ciudad, y me entregó un sobre. Dijo que venía de parte de la universidad más prestigiosa del centro: La Universidad del Centro. Extendió su mano y marchó más rápido de lo que vino. De paso por la cocina volqué alguna medida de algo en algún vaso y con el sobre en la mano me reubiqué en mi sillón del estudio. Lo abrí de la manera más bruta que pude y luego de unir los distintos trozos de carta, leí la invitación de dicha universidad a que diserte acerca de lo que se aleja.

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