viernes, 12 de diciembre de 2008

Ayer terminé de ver Lost y repito: me sentí un estúpido, como un tonto coleccionista, como un subnormal que pretende aún, a esta altura, guardarlo todo para el futuro que preparará con sumo cuidado para ese día desplegar las experiencias y los recuerdos que consideraba valiosos y proovedores de sorpresas y renovada educación. Eso no sucederá. Me lo juro hoy. No cargaré con eso. No volveré a fraccionar el tiempo mientras dejo la presa en la sombra. Viviré de mis evidencias y no seré víctima de un arrendatario que me obligue a hablar el idioma del vecino, del amar la vuelta de la esquina, del no usar mi imaginacion para otra cosa que no sea ocuparme del sonido de los pájaros y si es algo lo que nos quiere decir.
No nos quieren decir nada. No conducen a nada y es nada lo que detienen. Sí, como todos nosotros, no queremos más acercarnos, conducentes a cariñosas costumbres, y los buenos modales ni el "modo apropiado". Somos la Selva...soy la Selva, ni salvaje ni poco trabajada.
Cerraré los ojos y ni siquiera por un mar de lágrimas me entregaré a los encantos huecos de las peloteras domésticas en las que tantas voces nos murmuran la vuelta a lo estrictamente natural.
Lo siento.
Ayer terminé de ver Lost... y no me hizo falta. ¿Perdí mi tiempo? ¿O cometí el error de forzar un equipaje del cual mi grito de monstruo barítono en vano... me quiso asustar?
No lo sé.
El globo es redondo... pero vertiginoso y escarpado para mí. Dos por favor, mi mujer también está aquí.


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