lunes, 25 de agosto de 2008

El miedo a lo infinito



La espalda desnuda choca la pared aterciopelada del dormitorio. Los aires se inundan en sus huecos y la desmantelan. Su espalda se tornaba un torbellino de ondas, de luces y gritos.
-¿Gritos?
- Si, es la fiebre. Resumen tantas realidades en ella que por las noches la fiebre la aqueja y la deja tendida. El sentido es no hablar. Es sentirlo y estremecerse por lo nuevo que te deslizan sobre el entrecejo. Y desorientar al inútil cuerpo, dejándole en su realidad apagada y mentida, olvidándolo en el plano al que siempre perteneció.
- ¿Y que pasa con lo demás?
- ¿Te referís a lo mas importante? Bueno, lo demás se despide del dormitorio, ni siquiera pega una última mirada. Solo lo cierra de llave y transita por el pasillo, donde con tranquilidad se llena de sabidurías, se amplia y agranda. Se ve pleno del ser. Pierde peso y se aligera. EVOLUCIONA.
- ¿Y ella?
- Es.


Cassandra.

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