Una hermosa mañana, en un pueblo muy dulce, una mujer y un hombre soberbio gritaba en la plaza pública:
- ¡ Amigos míos, quiero que ella sea reina!
- ¡ Yo quiero ser reina!
Ella, reía y temblaba. Él, hablaba a los espectadores de revelación, de prueba terminante. Se sugestionaban el uno al otro.
Y en efecto, fueron reyes durante toda una mañana, en que las colgaduras carmesíes reaparecieron en las fachadas, y toda la tarde en que se perdieron por las sendas del jardín de palmeras.
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Rimbaud
ph: macabea
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