jueves, 30 de octubre de 2008

All you need is Destiny

Hace tiempo que la montaña me tiene, a sus pies, en la cumbre ó pensando en ella. Me llama, me estubo llamando, aún antes de estar ahí, incluso de niño, siempre existió y lo hizo saber.
La sensación que embarga en la contemplación no merece ser descripta, sería mentir o achicar su importancia, su indescifrable solemnidad, la variación constante en su quietud aparente. ¿Porqué es tan potente la montaña? Porque cumple sus expectativas y supera las del humano. Lejos de la evolución, la montaña llegó a un clímax, ha logrado su propósito y quedará ahí, erosionándose grano a grano, aunque indestructible y permanente. Ya más nada se le puede pedir, está completa, asentada en su destino, aguardando quién sabe qué, pero resuelta, eso es seguro.
Todo lo que cambia está irresuelto, se confunde, acierta crece y se lastima para llegar a ser, verdaderamente, sin fisuras, en paz consigo. Todo ser sin paz busca ser en serio, al menos secretamene, aún cuando no lo entienda, el destino existe.
Nada divaga en la inercia, nada puede aislarse, el rumbo lo elegimos pero antes nos eligió a nosotros. Funciona por atracción, por gravedad abstracta, y se disfraza de empatía, placer ó encanto, el llamado del destino es constante y certero, acaricia ó bofetea, según lo necesario, aún entre las sombras su luz existe y siempre termina siendo lo que debe ser. No hay absurdo o erróneo a largo plazo, la altura nos muestra el paisaje sin contradicción, cada elemento en su lugar junto al otro, en un todo que se amplía si seguimos ascendiendo.
El miedo al miedo debe volverse confianza en la confianza, siguiendo el hilo que conduce se viaja más rápido que cavando un atajo miope, el miedo es negar la existencia, es escapar, es querer no ser. La confianza lleva a retos que fortifican, a desafíos inconmensurables que resuelven, potencian y alivian el interior, la confianza produce montañas y busca la altura más grande del suelo. La confianza no es ciega, es visionaria y nos muestra el espejo que debemos mirar, el resoplar cristalino fresco del sendero flotante en vertical ascenso hacia la esfera blanca.

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