domingo, 2 de agosto de 2009

Valerio apareció a las cinco en punto con un paquete de masitas.
—Ahora, Aleana, te vas a la cocina a preparar el té y no regresés hasta que yo te avise, ¿de acuerdo?
—¡Cuánto misterio! —le obedecí.
Mientras preparaba el té, oí que alguien más entraba a la casa. Seguramente Patricio —pensé. Luego sentí un desplazamiento de muebles, un breve silencio y por último, empezó a sonar una música maravillosa.
—¡Ya podés venir! , ¡Aleana! .¡Aleana! —escuché con placer mi nombre y me demoré conscientemente para que lo repitieran.
—¡Aleana! ¡Aleana! , podés venir.
Regresé al living llorando, quizás a causa de la música.
-Este disco —dijo Valerio— es de Edith Piaf, una mujer que se parecía mucho a vos. Es un regalo que te hacemos para sellar nuestra amistad.
—Bueno, bueno, no digan más cosas tiernas porque no voy a parar nunca de llorar. ¿Y ese tocadiscos de dónde lo sacaron?
—Es de uno de mis hermanos —aclaró Patricio—, pero como él no lo usa, podremos dejarlo aquí hasta que él lo reclame. ¿Te parece bien?
—Sí, sí, me parece increíble.
—¿Qué te parece increíble?
—Todo, todo.
Bailé con mis hijos y tomamos el té juntos. "Los tres marginados", y por una tarde, una única tarde, sentí que la vida era vida.
Nos quedamos conversando hasta que se hizo de noche. Noté que Valerio necesitaba decirme algo y no me equivoqué.
—Aleana.
—¿Qué, Valerio?
—Queremos pedirte un favor, pero no nos animamos.
—Valerio, ¿sabés una cosa?
—¿Qué?
—Yo tengo muchas ganas de darles todo lo que me pidan.
—Sos extraordinaria, Aleana, ojalá mi madre fuera como vos.
—Ya te dije que yo soy tu madre, y también la tuya, Patricio. ¿Qué es lo que quieren?
—El sábado —se animó Valerio—, mañana, cumpliremos. . . es decir, hará un año que Patricio y yo somos amigos y queríamos festejarlo con una reunión.
—¿Aquí?
-Y. . . sí.
-Y ¿me invitarían?
—Por supuesto, Aleana.
—Y ¿no se avergonzarán de mí delante de sus amigos?
—Aleana, serías nuestra invitada de honor. ¿Nos dejás?
Una fiesta -pensé— en la casa de las finadas tías, una fiesta en mi propia casa. Mi primera fiesta de verdad, con verdaderos amigos. Tengo para ofrecer una casa, una fiesta. Es hermoso tener algo para dar a quienes se ama.
Valerio me miraba con los ojos inquietos, con los labios listos para la sonrisa más pura; es un joven agraciado, mi hijo más bello. Patricio esperaba mi respuesta con la frente enhiesta, iluminada, es un joven rebelde, pero humilde, mi hijo más inteligente, o quizás él sea de doña Paloma. Por fin, dejo de divagar y les respondo:
—Vamos a tener la fiesta más divertida que jamás haya tenido la gente. . .
-"Gay", Aleana.
— ... La gente gay de todo el mundo.
"Gay" es una expresión que usan a menudo los muchachos, son palabras que los demás ignoran, como "better", "paqui", "stone", "zeiz" y otras que ellos me enseñaron. Patricio me explicó que los grupos margina¬dos crean su propio lenguaje para comunicarse sin que el resto de la sociedad se entere. "Nuestra jerga es una necesidad, como lo fue el lunfardo, impuesta por el instinto de conservación", me explicó Patricio.

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