Hablas del silencio a los gritos. Me quede sentada esperando, hasta que el banco de madera se partió al medio. Los vacíos ondulaban con el viento. En la curva de mi pelo se gestaban, espesos, los recuerdos del después. La pared hablo y no dijo nada. El calor hecho agua se filtró en la piel. Ni siquiera en el fondo de la tierra me deje sola. Tatué dos pájaros en mis pies, con alas que no remontan, se llenan de a veces y salpican café.
(Cinco y medios barriletes laten en el frasco de mermelada)
Dejé mis ojos, mi color, dejé mis cicatrices, mi bicicleta. Dejé mi sangre, te dejé a vos y a ellas. Dejé el blanco y el azul, dejé de hablar, de temblar, de acusar. No lloré, no escupí.
Exhalé el placer desde mis uñas hasta el infinito sin mirarte ni una sola vez. No sirvió de nada.
(Me lleno de odio)
Me caigo y sigo leyendo ¡se todo esto! lo que dejé, lo que no suelto. Me lo gritaste anoche y antes, entre otoños. De uno a otro los polos de un infierno y en el medio un paréntesis. Y en el medio nada. No hay en el medio. Estás/no estás. Te vas.
Clara
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