jueves, 8 de septiembre de 2011

Mañana del jueves 8 de septiembre de 2011

Fue ayer a la tarde, había estado desde temprano a la mañana tipeando un libro que no se encuentra en ningún lado, y esas cosas (“Nunca vi la mañana hasta que me quedé despierto toda la noche” dice la Serenata de San Diego de Tom Waits en alguna parte.), cuando intuía que el día soleado traería una gustosa noche. Días, noches, horas, minutos y segundos de acción y desenfreno, de esos que recomienzan cuando parece que todo se acaba. Y así fue, como al anochecer de tardecita sonó el teléfono para rastrear en qué andaba y cuáles serían mis próximos pasos. Era mi biógrafo, por cierto, y yo escribiendo(!).

-¡Maldición, es miércoles! –le dije- hoy se define el concurso de bandas en Abbey Road, y vienen unos pibes de Olavarría, Estado Alpha. Te diría que cuando salgas de esa sala de espera que tenés por trabajo vayamos a sumarles unos votos y a convencer al jurado.

-mmmm, le mandé un mensaje al gordo, pero no respondió.

-¡Bu!

- Bueno, pero no comí y ando con la mochila y…

-¿Comer? Dale, que es temprano, aparte va el negro a hacerle el aguante a los Atomistas. Tenés que ver el coro fémino que se forma para alentarlos “a_to_mis-tas, a_to_mis-tas” y sumale al negro “metiéndole garra a eso” desde un oscuro costado en el que se incluye.

-Jua.

-Es mortal, y para peor: es real.

-¿Y el ensayo de los Reventados?

-Al parecer no hay, eso posteó el Juano en Facebook.

-Ok, voy a casa y nos encontramos.

-Dale

En fin, antes cargar la tarjeta de aproximación del colectivo y eso; después, encontrarnos y encontrarme con cervezas enlatadas en sus manos (lo veía venir y no me explicaba qué se traía), para después hacer el camino más largo a un Bondi que nos deje cerca. El del kiosko que vende puchos frente a la parada céntrica exhibe cervezas en heladeras, pero por la hora no las vende y esas cosas de regulaciones inexplicables. Intentamos tapar el la cámara de seguridad con los puchos, para que no tuviera problemas, pero eso no resolvió nada. Por suerte nuestro colectivo llego al instante junto con un mensaje del gordo que recién asomaba pero a kilómetros de distancia de nuestro destino. En el viaje: recuento de planes sobre el estado de situación de la revista, cotidianeidades varias y llegar. Espiar por detrás de los carteles y una calle que se cae por el sur a una ciudad perdida que todavía es Mar del Plata pero que le llaman Puerto. Las luces iluminan una oscuridad enigmática en la que sobrevive un submundo indescifrable de prostíbulos, dealers, boliches de mala muerte, familias y vidas humanas. Una población alejada de la ciudad turística que se promocionan en los carteles, en donde el horario se rige por sus propios tiempos. Después: caminar las cinco cuadras por Juan B. Justo esperando ver los colectivos de nuestras huestes olavarrienses a quienes les íbamos a dar una mano y no encontrarnos con nada. “Estarán estacionados en otro lado” suspiró mi biógrafo, ante el amontonamiento de autos particulares de los espectadores al encuentro. El caso es que el concurso se define por votos del público y de un jurado, y las bandas que más gente lleva se arman de un entre para pelear el premio final: la grabación de un disco. Y fue llegar, y pasar -gajes de algún oficio prestado-, y enterarnos ahí que los pibes no fueron con bondis por algún extraño desencuentro entre la municipalidad y quien se encargó de oficiar el concurso en Olavarría para llevar cuatro bandas elegidas entre cuarenta. Los ganadores locales en tandas de a dos viajarían a las semifinales con “supuestos dos colectivos” que nunca fueron dos sino uno. Y para peor, en ese momento no había ninguno. Así que con todas las de perder, y respetando el pacto previo que nos habíamos hecho de convencer al jurado, nos predispusimos a operar. De los mini-recitales en este festival en sí no hay mucho que decir, seis bandas, tres temas cada uno, (cuando llegamos había pasado la primera, Babel Proyect, por lo que pude convencer a un jurado que vote a la segunda banda -nuestra banda- antes de que los vea). Y descubrir, después, que los Kondenados también habían ido a tocar y que lamentablemente debían pagar sus gastos. Nadando en el medio del boliche, mientras una horda de gente digitada a apoyar a sus bandas esperaba expectante que la situación se resuelva, nosotros de acá para allá sacábamos conclusiones. Sin un grabador a mano, oficiamos con el celular de mi biógrafo para registrar parte de la discusión o charla bien intencionada en los camarines que nos ponía bien al tanto de cómo era que no habían llegado los micros, y de que los pobre Kondenados (van con k, supongo, o no supongo, ahí me enteré de que parte integrante de la banda tocaba en los míticos Kondes del Sapo De Arzave) hasta ahí llegados por su propia cuenta casi que no tocan. Estaban invitados a cerrar junto con los chicos de El Grito mientras se hacía el recuento de votos. Por suerte esto se resolvió en el momento. El tema, al parecer, es que Pey se perdió en el cemento y no llegó nunca a dar excusa alguna sobre por qué no estaba el transporte para las bandas (que recalco: viajaron por su propia cuenta) y su gente. ¿Por qué?: Nunca lo sabremos. Lo que sí se desprende de esto, es que su “bienintencionada” gestión y la de la organización y el boliche (y la de estos dos últimos doy fe que es cierta) de ampliar los espectros del concurso incluyendo una sede hasta ese entonces no tenida en cuenta, puede que naufrague, y esperemos que no, porque está bueno viajar, y tocar para un lugar con 600 personas que tiene un escenario a todo trapo con luces y sonido. El tema es cómo resolver esto, que este lazo estrechado no se pierda, que cuando se necesiten los micros estén, y que las bandas olavarrienses puedan creer en propuestas que les sirvan realmente para mostrarse y foguearse en lo que les gusta. Desde este extraño texto lo que pretendo es que alguien tome la posta. Había leído en el blog de revolucionrock comentarios descreyendo del concurso por la inmiscuéncia de Pey, y si bien eso daba que pensar, sabía y sé que desde adentro de Abbey Road y el concurso en sí (que ya va para la tercera edición) las cosas se hacía bien. Entonces, al final de la noche, cuando anunciaron ganador a los Babel Proyect, y se dijo que Estado Alpha había obtenido seis votos del público y uno del jurado, miré a mi biógrafo que se predisponía a llenar mi vaso y caí en la cuenta de que otra vez iba a ver nacer la mañana mientras tipeaba este texto.

Ricardo Lester

Pd: Las bandas finalistas fueron Babel Proyect, Atomistas, Vaikhunta, Lira, Estado Alpha y Estokada. Hay que reconocer también que a la gente de Babel Proyect, que si bien no los vi ayer, pero sí en semifinales, tienen un proyecto serio, un sonido consistente y un alto vuelo musical.

1 comentario:

ENE dijo...

Al fin me acordé que habías dicho algo sobre un texto escrito, en el que me bardeabas, sobre el que no comente. Hice lo primero, lo de leerlo, no así lo segundo, lo de comentarlo, aunque quizá ya sea algo tarde... da igual, pero no conviene hacer referencia al texto en sí sino a lo que es al parecer el tema principal de la cuestión toda: El negro, o sea yo, disfrutó mucho del evento pero le pareció muy cara la entrada y la birra... En verdad más que un comentario es una continuación de lo sucedido luego del evento anecdótico relatado por Lester, y este comentario lo prolonga aun más... infinitamente como debe ser...