lunes, 7 de diciembre de 2009

II

"Una de las características más destacadas del temple humano -dice Lotze- consiste, entre tantos egoísmos en particular, en la general falta de envidia del presente respecto a su futuro." La reflexión lleva a concluir que la imagen de felicidad que cultivamos se halla por completo teñida por el tiempo al que el curso de nuestra propia vida nos ha limitado irremisiblemente. Una felicidad que podría despertar nuestra envidia está sólo en el aire que hemos respirado, entre los hombres con quienes hemos hablado, entre las mujeres que podrían habérsenos entregado. En otras palabras, en la idea de felicidad late inalienablemente la idea de salvación. En la representación del pasado, que es tarea de la historia, se oculta una noción similar. El pasado contiene un índice temporal que lo remite a la salvación. Hay un secreto acuerdo entre las generaciones pasadas y la nuestra. Hemos sido esperados en la tierra. A nosotros, como a las generaciones que nos precedieron, nos ha sido dada una débil fuerza mesiánica sobre la cual el pasado tiene un derecho. Esta exigencia no se ve satisfecha fácilmente. El materialista histórico lo sabe.



Walter Benjamin en TFH

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