¿Quedándote o yéndote?, preguntó Luis. Yo no supe que responderle, se me ocurrió decirle “ambas”, pero todo se tendría que poder resumir sincréticamente en una palabra. En esa conversación yo le contaba como había llegado a mi estado actual: descuartizado, es decir, estaba hecho pedazos, y le describía la situación en la que los cuatro caballos comenzaron a correr a lugares dispares en el campo, y cada cuarto de mi cuerpo, atado a estos, comenzaba a distanciarse uno del otro. Así pude pisar tierras que nunca vi, tocar monumentos que nunca pateé, y ver la sangre derramada producto de la brutalidad realizada por cristianos intolerantes, que nunca había imaginado. El porqué de la falta de memoria de la gente es inexplicable. Ellos, que sufrieron el castigo romano al intentar llevar su vida bajo el nombre de Dios y los pasos de Jesucristo, coartan la libertad, y la seguirán coartando por negar lo extraño ante sus ojos. Los míos, lejos de poder visualizar la totalidad de mi cuerpo, se cerraban al no comprender si me quedaba o me iba del centro de la escena.
chatran
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