El tiempo estuvo suspendido durante meses, colgado del brillo de unos ojos que nunca debi haber visto y algunas palabras sueltas que mi mente fue seleccionando para no decepcionar a el antitético corazón. Un pacto bien implícito entre ambos para sacar a flote el barco que hoy se hundió. Tijeras que fueron cortando un corazón de papel con un pulso adiestrado a tu nombre: con el color de tus ojos, con lo excitante de tus piernas, con lo exuberante de tus carcajadas, con lo espontáneo de tus inocencias.
Y hoy lo tiro a la basura sin animarme romperlo.
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